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La
Vida es Sagrada es una crítica mordaz al género de arte latinoamericano denominado "Arte del
Desaparecido", no apunta contra los artistas que han trabajado en respuesta a
casos de desapariciones, entre quienes estoy. El "Arte del Desaparecido" ha devenido en un vendaje para no ver aquellos otros
aún vivos entre
nosotros, pero en vías de desaparecer: el muerto de ayer tapando al muerto de hoy. Las instituciones burocráticas construidas en Latinoamerica para administrar
“la memoria” no erigen templos para los asesinados por motivos políticos de hoy: aquellos 50 agricultores
peruanos baleados por la policía durante manifestaciones contra una mina de oro en la región Cajamarca, por
ejemplo. Tampoco a las
desapariciones cotidianas de los denominados "habitantes de la calle",
ocurriendo en urbes como Bogotá a manos de la “limpieza social”.
Mucho menos a las víctimas de las diversas facetas de la “violencia
estructural”: hambre, enfermedad, contaminación, cultura embrutecedera, etc.
Estas muertes no tienen el "encanto revolucionario latinoamericano" de
las emblemáticas dictaduras del pasado. Aunque muchas veces ocurren justo detrás de los cercos perimetrales que resguardan
sus monumentos. Venerar al muerto
de ayer para tapar al muerto de hoy, a tal grado
han desvirtuado el "arte del desaparecido". Convertido en
una pseudo-religión en torno a un personaje que "no está en ningún lado
pero está en todas partes", le orquestan ritos que lo equiparan
a un "fantasma" o "santo" que habita los ladrillos de los "lugares
de memoria" y resurrecta en "futuras generaciones". En fin, una
milagrosa "vida eterna", refrita estética cristiana
del crucificado habilmente aderezada con retóricas inentendibles de "arte contemporáneo". Este romanticismo por la victimización sirve
a intereses opuestos, escudado tras el dolor de los familiares medra el desaparecedor, "el Arte del Desaparecido" le
resulta muy útil: infunde temor y parálisis en la población. La
veneración colectiva de un imaginario de muertos atados y baleados, puestos en todas las posiciones y colores posibles genera como efecto psicosocial la intimidación
y la identificación con
el agresor; similar al producido por el relucir del crucifijo-espada ante los ojos, método disuasivo utilizado durante
La
Conquista. Los mensajes son: "si te
rebelas vas a acabar igual que él" y "míralo, murió por ti, le debes la vida". |
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